martes, 21 de diciembre de 2010

A modo de presentación


Todos sabemos que el apellido es el nombre de la familia con que se distingue a las personas.
En la mayoría de los países de habla castellana cada persona suele tener dos apellidos, el primer apellido deriva de la familia de su padre y el segundo apellido que deriva de la familia de la madre, excepto en Argentina y Uruguay, donde suele usarse sólo el apellido paterno, salvo que se pida expresamente el uso de ambos  a la hora de inscribir al recién nacido. Lo digo por propia experiencia. No les voy a hablar del origen de los apellidos ahora porque sería de una pesadez absoluta, más allá de que pueda quedar ilustrativo. Ni mucho menos detenerme en los apellidos PATRONIMÍCOS, ya saben, son los que derivan de los nombres del padre, por ejemplo Álvarez, hijo de Álvaro, O los TOPONIMICOS, que derivan del lugar de origen, por ejemplo, Avellaneda, de la Torre, Serrano o Villa ( tan de moda por estos días). Otros derivan de un oficio o profesión: Pastor, Sacristán, o Carnicero y luego llegan los derivados de apodos o descripciones, y allí nos encontramos unos cuantos: Delgado, Hurtado, Negrete, Culazo o Coco, como ejemplo más cercano.

Y aquí es donde quería llegar. Por lo general todos nos sentimos orgullosos de nuestros apellidos. Incluso algunos, que también lo están, aunque deben convivir con eso que llaman portación de apellido. Para bien o para mal. Conozco un agente de seguridad que se llama Jorge Videla… Pobre tipo. Lo salva que de segundo se llama Daniel y eso le alivia un poco. O si no que se lo hubiesen preguntado al Doctor Maradona, o a Mi amigo Damián Macri que trabaja en una compañía telefónica
Pero hoy los convoco para compartir lo que muchos de nosotros vivimos en nuestras propias carnes:  La combinación de apellidos. Ya  se den esas uniones por imperativo legal o circunstancias fortuitas, da lo mismo. Por ejemplo es muy significativo que en el fútbol brasileño Kaká y Delano sean compañeros de Selección, O que la Licenciada Adriana Caldo y María Pappa hayan trabajado juntas en temas de trastornos alimentarios, incluso hay un árbitro de fútbol que se llama Carlos Amarilla y otro que es Aníbal Hay, o el encargado del edificio de mi amigo Jorge Comas, que por cierto es escritor,  y que se llama Juan Carlos Portero. O que hubo un coordinador del área de remates del Banco de la Ciudad de Buenos Aires que se llamaba Juan José Mosca (así le dicen al dinero en Argentina) o el Dr. Pequeño, médico pediatra, los mismo que su colega Dr. Bustos, especialista en patologías mamarias, el bancario José Tocafondi, o el abogado Justo Norman, son tan solo algunos ejemplos reales, como el Dr. Gatti que es un gran veterinario
Pero este tema es algo que me toca de cerca. Muchas veces digo que no tengo apellido, sino que lo mío es nombre y sobrenombre. Tener un apellido como Coco en un país donde es un apodo muy popular tiene sus bemoles. Ni les cuento si Coco en otro País tiene significado diferente al de la Gran Fruta. Por ejemplo en España a los niños los amenazan que si no se portan bien “viene el coco y los comerá”… les digo, nada más como dato ilustrativo, que viví muchos años en España…
De hecho, mi abuelo Pedro Coco no tuvo mejor idea que casarse con mi Abuela Eduarda Calvo… Se imaginan el resultado: mi pobre padre, fue Tomás Coco Calvo y para darle más sentido a la realidad le hizo honor a ambos apellidos. Pero el drama familiar no termina allí. Mi prima Mayte, también de apellido Coco por la misma línea genealógica del abuelo Pedro, es médica y atiende en Madrid. Nunca tuvo, por razones obvias, buena aceptación por los más chiquitos. Su hermano Alfonso, que lleva el nombre de su padre, me contó alguna vez, durante una cena de navidad, que había estado de novio con lo que para él era la mujer más bella del mundo, pero entre plato y plato, me confesó que para nuestra familia tenía un defecto que no era menor: Su apellido era Fantasma.
Pero si ellos lo tenían crudo el padre de ambos, mi tío Alfonso no estaba mejor parado. Era algo así como mi padre pero con un toque menos académico: A su Coco paterno, había que sumarle su Cuadrado materno, por lo que Coco Cuadrado una vez puesto en los documentos, los comentarios sobran…
Cada uno de la familia proveniente de la rama del Abuelo Pedro, tenemos nuestras propias historias.  Alguna vez, y espero que mi mujer siga recibiendo saludos por su cumpleaños de ayer y en este momento esté hablando por teléfono, porque si no se va enterar que estuve de novio con la hermana de un profesor de Educación Física, Graciela Caramelo… Afortunadamente nunca hablamos de casarnos. Creo que siempre supimos que la combinación de apellidos hubiese sido mucho más fuerte que la unión marital, sobre todo para ella, pobrecita hubiese sido para siempre Graciela Caramelo de Coco.
Mi hermana que como toda mujer relegó su apellido al casarse, también tuvo lo suyo, pero como mi ex Graciela, ella pudo remontar y cambiar su futuro. Me acuerdo de su novio de la adolescencia Horacio Sastre. Tuvimos que hacer un operativo comando para evitar que mi única hermana se convierta en Coco de Sastre. Un día mi padre y yo, a ese tal Roberto, lo miramos fijo y con el dedo índice nos recorrimos el cuello… Nunca más lo vimos.
En fin creo que todos tenemos una marca, aunque siempre existe el consuelo de mirar para otra parte y ver que algunos lo tienen más complicado aun. Aunque en muchos casos a los que habría que colgar de los pulgares es a los padres que solo eligen los nombres de sus hijos sin tener en cuenta la combinación con el apellido. Por eso comprendamos el odio reprimido hacia sus Viejos de Mónica Galindo, Jacobo Ludo, Lucila Tanga, Alejandro Gado, Andrés Tresado,  Zoila Vaca del Corral, Esteban Piro o tantos otros como Alex Cremento, o a mi primo segundo Antonio, Hijo de Juan, otro hermano de mi abuelo Pedro, que su madre, Dios la tenga en la gloria, era Inmaculada Drilo, la Tía Inma, y así va el pobre santo por la vida como Roberto Coco Drilo, y que como todos nosotros lleva los documentos con su doble apellido en el bolsillo, con un honor que lo enaltece.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por supuesto Coco, yo soy Horacio Sastre pero no de España, si no de Argentina. Y en realidad, la desgracia no la tenía tu prima si no el novio, que -como yo-estábamos signados por un destino cruel desde nacimiento: cualquiera que se casara con nosotros inexorablemente iba a ser un de...sastre.-